OUT·SIDE’21: L4DL4

Textos de programa per Santi Barguñó

La música de Pablo Carrascosa Llopis se despliega en el tiempo como una secuencia implacable, situando al oyente en un plano musical que podría parecer autorreferencial, donde el compositor ha eliminado deliberadamente cualquier narratividad más allá de la significación estrictamente musical. La claridad de las ideas es tal, que la transparencia musical deviene crudeza para el oyente. La precisión en el uso de la repetición y del silencio le aboca a una tensión latente; los silencios se vuelven, de hecho, elementos estructurales, elipsis sonoras de una inmutable maquinaria secuencial que avanza enrarecidamente. No obstante, su dureza conceptual es su propia elegancia musical: elementos mínimos, simplicidad formal, sobriedad tímbrica… una depuración que se percibe, en un primer momento, como un desconcertante determinismo musical.

 

Pero ese orden musical no solo proviene de una estructuración de los elementos, sino que parece empujado, a su vez, por una oscura fuerza primitiva que despoja a su música de lo aparente. La música de Carrascosa es de una depuración insólita, y es justamente en su esencialidad donde reside su capacidad transformadora.

 

Carrascosa ha ido desprendiéndose de la riqueza tímbrica y gestual que caracterizaba algunas de sus primeras obras. En piezas como “Rubbing / Scratching / Striking” (2014), el compositor ya mostraba una cierta ritualidad de la escucha, pero lo hacía de manera exuberante, exteriorizando los gestos, explicitando el contenido (aunque pudiera percibirse ya una indudable claridad musical). Parece que desde entonces esa fuerza explícita comenzaría a transformarse progresivamente en fuerza interna, en cohesión compositiva, en una abstracción radical de los procesos musicales que permitiría a Carrascosa abrir al oyente a un modo de escucha específico.

 

L4DL4 restringe al máximo los elementos compositivos, en una plantilla ya de por sí restrictiva: un piano sin manipulación ni preparación, con un uso particularmente restrictivo del ámbito de alturas que se utiliza en cada sección de la obra. Esa autolimitación podría parecer un tiro en el pie en la misma casilla de salida, y sin embargo, resulta esencial a la dimensión carnática de la obra y a todo su despliegue potencial en la escucha. En L4DL4 perdemos cualquier referencia fuera de la obra: así como “White” (2020) escondía, bajo premisas compositivas similares, una permanente analogía al proceso gradual inherente a la música electrónica (y, en cierto modo, un refinado sentido lúdico de esas reglas del juego), L4DL4 parece existir por sí misma, como un desencadenante extremadamente preciso a una forma de experiencia musical catártica. Carrascosa, de nuevo, centra nuestra atención en sucesos mínimos, tanto motívica como tímbricamente, pero que a base de enseñarse en su desnudez nos llevan a abrir nuestra percepción de los mismos en un sentido primigenio, reduciendo por momentos nuestra experiencia de esos sucesos a puro sonido conformado. En esa apertura, el uso y la extrema duración de la repetición de cada suceso se vuelven esenciales a la generación de una liberación en la escucha, en la que las relaciones de diferencia y repetición –aplicadas a la construcción secuencial, a la progresiva transformación de cada elemento, y a la ruptura esporádica de las situaciones musicales generadas– nos llevan a reconectar y a reenfocar un suceso musical desde insospechados puntos de escucha. Uno puede llegar a pensar en la saturación semántica que ocurre cuando repetimos mucho una palabra y pierde momentáneamente su significado; pero en el caso de L4DL4 la dialéctica entre el proceso de escucha y de manipulación compositiva generan un espacio de percepción fluctuante que no puede reducirse a una mera pérdida del sentido semántico (puesto que la semántica musical reaparece constantemente con cada transformación compositiva). En ese plano radical de escucha restringida, cualquier cambio resulta tan extremo como la perpetuación inmutable del objeto musical. Un cambio de altura, un silencio repentino, la conciencia del suceso sonoro como objeto rítmico, la aparición de un batimiento acústico, la leve sensación de irregularidad temporal, una mínima variación dinámica, la progresiva pérdida de la noción de altura… cualquier pequeña transformación deviene una provocación a la escucha, un nuevo modo de percibir un suceso sonoro. En este marco de significaciones, la larga duración de L4DL4 no es un aspecto accesorio de la obra: no se trata en este caso de añadir secciones sucesivamente con unas pautas de funcionamiento similares, sino de establecer y consolidar un modo de escucha depurado, una apertura a la percepción de un sentido musical a lo largo del tiempo. Tras más de 60 minutos habitando ese extraño universo de relaciones, hundidos definitivamente en su materia sonora, nos vemos entregados, sin preguntas ni respuestas, a ese fascinante devenir musical.

 

Santi Barguñó, director de Neu Records i programador artístic de L’Auditori de Barcelona